La aplicación de la mampostería implica el uso de bloques individuales, como ladrillos, piedras o bloques de hormigón, que se ensamblan con mortero para crear estructuras robustas y duraderas. Esta técnica se aplica en la construcción de muros, fachadas, chimeneas y otros elementos arquitectónicos, ofreciendo beneficios como una excelente resistencia al fuego y propiedades de aislamiento térmico y acústico. Además, la versatilidad en los materiales y patrones permite una gran libertad creativa, contribuyendo tanto a la funcionalidad estructural como a la estética del edificio.